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lunes, 6 de julio de 2009

Busco un Libro

HOLA CHICAS, SE QUE MUCHAS DE USTEDES HAN ESCUCHADO HABLAR O MENSIONAR AL DR. BOLIO Y SE TAMBIEN QUE A MUCHAS DE USTEDES LES INTERESARIA LEER ESTE FAMOSISIMO LIBRO DEL DR. RAFAEL BOLIO BERMUDEZ "LAS DIETAS ENGORGAN, COMER ADELGAZA" PUES AQUI SE LOS DEJARE PUBLICADO PARA QUE LO LEAN A SU PASO Y TOMEN LA INFORMACION QUE MAS LES GUSTE. ESTE LIBRO ES BUENISIMO Y SUPER EFECTIVO CON MUCHOS CONSEJOS PARA COMO MANTENER UNA FIGURA ENVIDIABLE.

El Sistema Bolio está construido por un conjunto de elementos que interactúan regularmente formando un todo para curar la obesidad a través de la que tanto temen (pero siempre anhelan) las personas con sobrepeso:

LA COMIDA. A diferencia de los métodos tradicionales, que sólo provocan reducción temporal de peso y daño al organismo, este sistema ayuda a erradicar de una vez por todas la obesidad, sin dejar de comer y, consecuentemente, sin afectar la salud física y mental porque:

• Permite comer todo tipo de alimentos en cantidades suficientes.

• Moldea zonas específicas del cuerpo al reducir grasa en forma selectiva

• Provoca cambios favorables de conducta

• No causa estrés

• No aplica medicamentos por lo tanto es seguro

• No sólo reduce de peso, sino lo más importante, de medidas

• Es definitivo

Aunque al principio provocó incredulidad, los resultados de este innovador sistema de reducción, creado por el Dr. Rafael Bolio Bermúdez, han sido constatados por miles de personas que lo han aplicado a través de las diferentes opciones que ofrece:

Programas efectivos de reducción y modelado de la figura a través de sus libros:

• Cómo curar la obesidad

• Las dietas engordan comer adelgaza

• Qué hacen los malditos flacos para estar flacos

• El placer de cocinar para adelgazar

Consulta personalizada por el propio Dr. Bolio, o por nutriólogas especializadas, en la Clínica de Asesoría Nutricional y Estética (CLIANE): Insurgentes Sur 421, Conjunto Aristos PB, Col. Condesa, México D.F. 06170 Tels: 55-74-22-30 55-84-16-91. Pérdida definitiva de peso y medidas a través de modificaciones de conducta en el Taller de Cambio de Hábitos Alimentación.

Rafael Bolio Bermúdez es un médico egresado de la Universidad Nocional Autónoma de México (UNAM 1970-74), con especialidad en medicina interna, la cual cursó en el Centro Médico de la Raza, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En 1987 obtuvo el reconocimiento como Médico del Año. En 1994 tuvo oportunidad de probar sus investigaciones y perfeccionar su técnica de comer para adelgazar a través del Programa de Salud Nacional y Taller de Cambios de Hábitos de Alimentación, en el que participaron más de 5,000 trabajadores del propio IMSS, con extraordinarios resultados.

En 1997 fue nombrado Vocal Normativo del Cuadro Básico de Alimentos del IMSS. En 1998 participó en la elaboración de la Norma Oficial para el tratamiento de la obesidad. Ha dictado múltiples conferencias dentro y fuera de la República Mexicana, entre las que destaca la presentación de su técnica ante el pleno de la Sociedad Mexicana de Bariatría, institución para la cual se encuentra desarrollando investigaciones en la actualidad.

En 1989 publicó su primer libro Cómo curar la obesidad, en 1994 Las Dietas Engordan Comer Adelgaza, y en 2000 Qué Hacen los Malditos Flacos para Estar Flacos. En fechas próximas hará su aparición el libro El Placer de Cocinar para Adelgazar, en coautoría con la reconocida chef mexicana Gloria Funtanet Menge. Ha sido invitado a programas de radio y televisión para explicar su novedoso sistema de reducción, el cual aplica en su Clínica de Asesoría Nutricional y Estética (CLIANE). Muchos personajes del medio artístico han seguido con éxito su tratamiento, razón por la que se le dice con cariño el “Nutriólogo de las Estrellas”.

INDICE

Primera Parte

PROLOGO

Conocí al autor hace quince años, cuando por primera vez integramos grupos para el auto control del peso con trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social. Rafael Bolio, especializado en medicina interna, me pareció un joven original y talentoso. Trabajaba en el Hospital General de Zona No. 1-A “Venados” del IMSS, en donde fue adquiriendo experiencia y pudo desarrollar teorías innovadoras en relación con el origen y manejo de la obesidad.

Con base en sus investigaciones, ensayos experimentales y minuciosa observación, construyó un método novedoso que ha ido perfeccionando en su práctica profesional privada y en su quehacer institucional con grupos organizados: para bajar de peso, disminuir medidas, corregir proporciones y mejorar la figura.

Tengo que aceptar públicamente que fui escéptico, tal vez más aún, resistente a sus teorías. De acuerdo a mi formación o deformación profesional –médico también- el sobrepeso era el resultado de un balance muy simple: si se ingieren –a través de alimentos- más calorías de las que se gastan, se engorda. Por lo tanto, para adelgazar debe invertirse esa condición: ingerir menos calorías o quemar más; aumentando el ejercicio y mientras más intenso y prolongado sea éste, mejor.

Sistemáticamente me negué a participar en los talleres o seguir los consejos. Cada día comía menos y hacía más ejercicio, sin embargo también cada día me ponía más gordo.

Hasta que en el Taller para Autocontrol de Peso, para los trabajadores de la dirección a mi cargo, ahora en la Secretaría de Salud, empecé a observar cómo por semanas, casi por días, se transformaban los cuerpos de mis colaboradores, prosperaba su ánimo rejuvenecían sus rostros, abrillantaban su cabello, fortalecían su unión.

El pasillo de la Dirección empezó a convertirse en pasarela de presunción, pues cada uno de los participantes mostraba su figura recuperada.

Entonces, subrepticiamente me hice allegar los planes semanales de alimentación y los apliqué con rigor obsesivo. Para mi sorpresa comía más, hacia menos ejercicio y adelgazaba selectivamente en donde me sobraba más: la panza.

Tuve que aceptar que funcionaba. Demanda disciplina, sobre todo en las fases de realimentación y reductiva. Más que una dieta, es un programa de reeducación alimentaria, en el que se descubren nuevos placeres; no es necesario eliminar ninguno de los anteriores, simplemente tomar conciencia y compensar excesos.

Después del éxito obtenido hemos organizado nuevos talleres, a cual más satisfactorio, sobre todo cuando en las clausuras me percato de la autorevaloración de las personas, del culto al cuerpo que se logra y a través de esto, a la salud y a la vida.

Para difundir más rápida y ampliamente su técnica, pedía a Rafael, mi colega y amigo, lo plasmara en un libro. Él a su vez me honró proponiéndome que escribiera el prólogo.

Yo invito a usted a que ponga a prueba este método, tal como está descrito, sin cambios, ni intervenciones; y le solicito que comunique al doctor Bolio sus resultados y comentarios. Lo felicito además, porque si logra vencer la resistencia y se atreve a seguirlo aprenderá que las dietas engordan y comer adelgaza.

Dr. Rafael Camacho Solís.

INTRODUCCION

La obesidad es una enfermedad que ha sido tratada y maltratada por infinidad de personajes. Se han ocupado de ella tratando de curarla médicos brujos, chamanes, comadres y hasta algún buen amigo con la mejor intención de ayudarnos.

Todos conocen alguna manera de bajar rápido de peso, pero nadie sabe cómo alejar esos kilos en forma definitiva.

Podemos hacer una lista impresionante de dietas de reducción. La más conocida es TLM (traga la mitad). Otras técnicas quitan fruta y pan del menú, o bien arroz y frijoles además de la fruta y el pan.

Algunos consideran pecado mortal comer grasas y consecuentemente aconsejan que se pase uno la vida ingiriendo pollo hervido, atún sin aceite, lechugas y pepinos. Otros enredan lo más posible l incauto al recomendar ciertos alimentos durante horas precisas del día; alegan que las frutas ingeridas por la tarde o combinadas con carne engordan.

Quien intenta resolver su problema ciertamente se encuentra ante una cantidad increíble de posibilidades; lo más frustrante es que cada una parece estar en contraposición de cualquier otra.

Que esté bien claro: las estrategias de reducir alimentos no elimina el problema. Podrán susurrarle palabras bonitas, pero las dietas no curan la obesidad; bajan de peso, pero no evitan que a la larga se vuelva a subir.

¿Entonces qué sentido tiene escribir un libro sobre obesidad?

El exceso de grasa sí puede eliminarse. Afortunadamente para quienes padecen este problema la solución se encuentra en lo que tanto temen pero siempre anhelan: la comida.

Pero para utilizar la comida de manera eficiente y adelgazar, es necesario borrar de la mente ideas erróneas que han perjudicado en vez de ayudar y cambiarlas por nuevos conocimientos. Estos nuevos conocimientos le ayudarán a comer sin miedo y eliminar para siempre su exceso de grasa.

El libro se divide en tres partes:

La primera analiza porqué las dietas no sirven y cómo, incluso, favorecen más a la obesidad. Además se exponen a los verdaderos responsables del aumento de grasa corporal.

La segunda presenta una técnica que los llevará de la mano para comer de todo en la cantidad que deseen y permanecer esbeltos. Estas recomendaciones son ideales para los que comen en casa. Si acostumbra comer fuera del hogar le recomiendo mi libro Qué Hacen los Malditos Flacos Para Estar Flacos.

La última contesta las preguntas que se hacen con más frecuencia sobre este programa.

Antes de aplicar las recomendaciones, lea cuidadosamente todo el libro mínimo en tres ocasiones. Al final entenderá por qué debe comer de todo para bajar de peso y por qué todos sus intentos anteriores han resultado inútiles y hasta contraproducentes.

¿POR QUÉ ENGORDAN LAS DIETAS?

La obesidad es una enfermedad difícil de controlar. Así lo reportan múltiples estudios que muestran resultados verdaderamente decepcionantes a largo plazo. Lo máximo que se obtiene, es una reducción de 5 kilogramos al año de haber empezado un tratamiento de reducción. A los 2 años no sólo se ha recuperado el peso inicial, sino que se ha subido aún más.

Dejar de comer no elimina la obesidad.

Las dietas de reducción han sido severamente criticadas ya que bajo análisis científicos han demostrado ser inútiles; es cierto que dejar de comer baja de peso, pero no evita que al volver a comer se recuperen los kilos perdidos.

Más preocupantes aún son los recientes informes que revelan como bajar y subir constantemente de peso reduce el tiempo de sobre vida. Según investigaciones, con el tiempo las dietas pueden causar más daño que la misma obesidad. Ponerse a dieta es un asunto bastante riesgoso.

Actualmente se sabe qué las dietas que limitan alimentos no sirven para erradicar la obesidad, e inclusive la empeoran. Para entender esto, debemos de tener en cuenta que el hombre ya se ha enfrentado durante miles de años a la carencia de alimentos.

El organismo humano es extraordinario y puede adaptarse a infinidad de cambios en su entorno. Ha sobrevivido por milenios en las regiones más frías o cálidas. Es uno de los pocos seres que han proliferado en casi todos los rincones de la tierra. Para subsistir en el desierto, la selva, o el hielo, con cambios bruscos de clima y alimentación diversa, el hombre desarrolló adaptaciones metabólicas de supervivencia.

La naturaleza nos ha dotado con mecanismos de defensa que aseguran nuestra supervivencia al reducirse la comida. Esta adaptación orgánica parece ser olvidada por los que desean adelgazar comiendo menos, pues no hay nada nuevo bajo el sol en relación con la restricción de alimentos y el organismo ya “sabe que hacer” cuando estos faltan: ¡Almacena grasas!

Anotaré algunas de esas adaptaciones y no desespere si le parecen confusas, pues los cambios metabólicos son muy complejos y más aún de explicar. Lo importante a considerar es que las razones por las que las dietas no funcionan ya están definidas.

Los cambios son:

1. Aumento del tamaño y peso del tubo digestivo con incremento de vellosidades: absorbe todo.

2. Incremento de la actividad de la Lipoprotein Lipasa: almacena más grasa.

3. Conversión de T3 a T3 reversa: reduce el consumo de grasa por los músculos.

4. Disminución del tono simpaticomimético: acumula grasa en el tórax y la cintura.

5. Eliminación de la respuesta Termogénica: quema menos grasa.

6. Disminución de la actividad del tejido adiposo pardo: conserva más grasa.

7. Reducción de la masa muscular: reemplaza el músculo por grasa.

8. Descenso del metabolismo basal: hace más lenta todas las actividades del cuerpo.

Todas estas alteraciones se catalogan como adaptaciones orgánicas de supervivencia. Frenan tarde o temprano la pérdida de peso y capacitan al organismo para recuperar lo perdido en forma de grasa, aún cuando se esté comiendo menos.

Dejar de comer genera alteraciones adaptativas. El resultado final de todas estas reacciones (más las que se descubran) es bien conocido por todo obeso; han sufrido la incapacidad para perder peso después de varios meses de dieta y no han podido evitar que con el tiempo recuperen lo reducido. Cuando se reducen alimentos, cada día que pasa convierte más y más al cuerpo humano en un extraordinario ahorrador de alimentos.

El peso se recupera por las alteraciones orgánicas desencadenadas al reducir alimentos y no por falta de fuerza de voluntad.

Las dietas lejos de resolver la obesidad favorecen su incremento. Mientras más estricta, mayor posibilidad habrá de subir más de lo que se había bajado.

¿Qué significa todo esto en términos simplificados? Que llevamos miles de años adaptándonos a la limitación de alimentos. Dejar de comer no es nada nuevo para el hombre.

La lucha para mantenerse esbelto no es contra la fuerza de voluntad, sino contra los cambios provocados al reducir alimentos. Dicho de otra manera, las dietas engordan. Para librarse del exceso de peso se requiere de prudencia y no de algún plan milagroso o método de brujería. Aplicar una dieta sin conocimiento de causa es insensato ya que puede generar más lesiones que la misma obesidad.

No se deje engañar por los efectos inmediatos de las dietas. Comer poco de todo, o eliminar algún alimento del menú, efectivamente al principio reduce de peso; pero conforme se avanza en la dieta, los cambios orgánicos frenan la reducción y finalmente llega el momento en que se incrementa la habilidad para acumular grasa corporal. Es por eso que a los dos años de tratamiento se ha recuperado todo lo perdido y se ha subido aún más.

El paciente a dieta pierde músculo, agua, paciencia y compostura, pero la grasa regresa, e incluso aumenta y genera frustración.

Seguramente le parecerá una sorpresa que para controlar el sobrepeso requiere de una alimentación abundante y balanceada.

Las buenas noticias son que comer adelgaza.

Quien se niegue a comer puede resignarse a continuar obeso por el resto de su vida, o bien causarle severas lesiones al organismo como cirugías, medicamentos y con las mismas dietas.

LAS CAUSAS DE LA OBESIDAD

No hay enfermedad que esté más rodeada de ignorancia, mitos y manejos inapropiados que la obesidad.

Hace años el alumno de medicina aprendió que la obesidad se provocaba al comer en exceso; que se resolvía dejando de comer; y que los obesos no se curaban por no aplicar sus dietas. Además al estudiante se le explicó que pocas personas seguían su dieta por ser adictas a la comida. Esto hacía del trabajo del médico una labor bastante sencilla: si resolvía el problema era por la dieta, si no, era por culpa del paciente que no seguía las indicaciones.

Durante años, la sociedad médica mantuvo conceptos empíricos que lejos de ayudar al paciente lo perjudicó y un ejemplo muy claro es el mito de la comida (hay que dejar de comer para controlar el exceso de peso).

Desgraciadamente el obeso desconoce los hallazgos científicos recientes y se ha quedado con ideas antiguas y erróneas. Centra sus ímpetus en la fuerza de voluntad, se convence que efectivamente es adicto y se pasa el resto de su vida aplicando técnicas que jamás resolverán su gordura.

Actualmente la comunidad científica reconoce que la mayoría de las ideas tradicionales sobre la obesidad son más mitos que verdades. Como ya se conocen las causas reales de este mal y consecuentemente la mejor manera de eliminarla, es indispensable que analicemos los motivos por los que se acumula exceso de grasa en el organismo.

Ya conocemos al enemigo causante de la obesidad, por lo tanto, mediante estrategias eficientes, podremos eliminarlo para siempre.

Lea cuidadosamente los siguientes párrafos y vuelva a leerlos las veces que sean necesarias, de modo tal que aplique el programa con esmero y que evite cambiarlo por curaciones mágicas.

Mencionaré las causas que tradicionalmente se han presentado como causantes de la obesidad y lo que hoy la comunidad científica dice al respecto.

OBESIDAD POR COMER DEMASIADO

Una de las ideas más populares y falsas es que se engorda por comer más de lo que el organismo requiere. De acuerdo con esta lógica 2 más 2 es igual a 4. En la naturaleza las cosas se presentan de una manera tan sencilla.

¡Sorpréndase! Ningún estudio científico ha logrado demostrar que los obesos comen más que los delgados. Es falso decir que la obesidad se presenta por comer en exceso.

En 1982 la investigadora Thompson analizó y comparó estudios acerca de la ingestión de obesos y delgados; 6 demostraron que no había diferencia, 5 dieron por resultado que los obesos comían menos y sólo 2 apuntaron que los obesos comían más.

Por su parte, en 1989, la investigadora Rodin presentó 23 estudios más que descubrieron que no existe diferencia entre la cantidad de alimentos ingeridos por gordos y flacos.

Sólo unos cuantos autores han reportado que los obesos comen poco más que los delgados, pero ni uno solo ha demostrado relación entre la cantidad de alimentos ingeridos y el exceso de grasa corporal. Unos obesos comen mucho; otros cantidades normales; la mayoría casi no come nada y en todos persiste la obesidad.

El hombre no siempre engorda por comer en exceso. La sobrealimentación se ha presentado durante miles de años y consecuentemente la naturaleza nos ha dotado con defensas para prevenir el incremento de peso por excesos. Nueva sorpresa: el organismo convierte los excedentes de comida en calor en vez de grasa. Esta reacción se conoce como termogénesis.

Por eso no existe relación entre la cantidad de alimentos ingeridos y el grado de sobrepeso.

Quien sostenga que comer engorda no tiene la más remota idea de por qué existe obesidad.

Es más importante la forma en que se comen los alimentos que la cantidad ingerida. A continuación se presenta parte de una serie de estudios extraordinarios que nos orientan en cuanto al papel de los alimentos en la obesidad:

1. A los integrantes de un grupo sujeto a experimentación se le permitió comer sólo durante 2 horas al día y no en forma constante (como era su costumbre); terminaron con un exceso de 30% de grasa.

2. Otro grupo fue sometido a ayunos intermitentes (24 horas por semana) y esto aumentó su capacidad para transformar los alimentos en grasa; consecuentemente se observó un incremento de grasa corporal.

3. Los sujetos alimentados de las maneras previamente descritas presentaron un incremento en el tamaño y peso del tubo digestivo.

4. Parte de lo ingerido se convierte en calor. Este proceso se conoce como termogénesis; se presenta con mayor intensidad por las mañanas y disminuye conforme avanza el día. El organismo está programado para tomar abundantes alimentos por la mañana y moderar su ingestión por las noches; quien hace lo contrario al no desayunar y comer la mayor parte después de mediodía, favorece la aparición de obesidad.

5. La capacidad para convertir los alimentos en calor aumenta al realizar múltiples tomas en el transcurso del día y cada nueva toma acelera la función general del organismo (metabolismo basal). Por eso las personas que comen 5 o más veces al día pesan menos que los que ingieren 3 o menos comidas diarias.

Si analiza cuidadosamente estos estudios llegará a la conclusión de que los ayunos prolongados generan obesidad.

Los ayunos frecuentes, lejos de resolver el problema, a la larga generan una mayor acumulación de grasa. Para curarse es necesario comer en forma prudente y suficiente.

En conclusión: no es tan importante la cantidad de alimentos ingeridos como la forma en que se comen.

OBESIDAD POR UN METABOLISMO LENTO

Muchas personas creen tener obesidad por alguna alteración “malévola” de su organismo. No logran entender por qué suben de peso al comer sólo una vez al día y en pequeña porción. Todos los estudios que miden el metabolismo del obeso reportan la misma actividad que un delgado. Los malos hábitos no alteran la función normal de las células del cuerpo humano.

Se han reportado ciertas alteraciones en obesos que guardan relación con el manejo de alimentos; su capacidad para convertir excesos en calor aparentemente se encuentra reducida (pero no abolida). Estos cambios son similares a los que presenta el delgado en ayuno prolongado. Parece que el cuerpo humano reconoce a la obesidad como un tipo de ayuno.

OBESIDAD POR AYUNO

Los científicos que han analizado este factor reportan resultados contrarios. Mientras unos encuentran relación entre la obesidad de padres e hijos, otros lo asocian al estilo o hábito alimenticio educado por la familia.

Un interesante estudio reportó que existía relación entre la obesidad de la madre biológica y el hijo adoptado por una familia de delgados. No se encontró esta relación con la obesidad del padre biológico.

Esto sugiere que la capacidad para acumular grasa está ligada a genes femeninos, pero también se le puede dar otra interpretación: que la alteración metabólica se trasmite durante el embarazo por mecanismos distintos a la genética.

También se ha reportado que la desnutrición in útero incrementa la obesidad en edad adulta aún cuando la madre no presente obesidad.

Bouchan realizó en Canadá estudios de sobrealimentación en obesos gemelos. Encontró que existe una tendencia a engordar atribuible a factores genéticos, pero el mismo estudio sobre obesos no gemelos reportó resultados distintos.

De esta manera concluyó que la tendencia genética no explica la incidencia tan elevada de obesidad en la población canadiense.

La evidencia más firme en contra de la teoría de la obesidad por herencia se presenta al analizar las poblaciones emigrantes:

Los japoneses (quienes tradicionalmente presentan mínima obesidad) aumentan de peso al mudarse a los Estados Unidos de América. Al cambiar de país presentan la misma probabilidad de engordar que los norteamericanos.

En fechas recientes se descubrió un gen de obesidad, mismo que se encarga de elaborar una molécula llamada letrina. Estos genes se encuentran tanto en obesos como en delgados.

¿Todos los seres humanos contamos con los genes necesarios para desarrollar obesidad? Definitivamente sí, es solo cosa de aplicar los hábitos inapropiados y el cuerpo se defenderá a través de la acumulación de grasa corporal.

De acuerdo a los estudios genéticos, la obesidad es una necesidad biológica de supervivencia y no una maldición para la moda.

Los Estados Unidos de Norteamérica han llevado acabo de manera periódica encuestas sobre la salud de su población en general. Estos ejercicios se les conoce NHANES por sus siglas en inglés (Natonal Health and Nutrition Examination Survey) y son conducidos por el NCS (Nacional Center for Health Statistics). La última encuesta NHANES demostró un incremento de obesidad del 15% en 1980 a 27% en 1999.

Se ha calculado que, de persistir esta tendencia, para el año 2030 el 90% de la población americana será obesa.

Cuando en 1985 concluí que las dietas engordan, pensé que si la Unión Americana continuaba limitando sus alimentos (el 36% de su población se encuentra a dieta para intentar bajar de peso), para el siglo XXII todos estarían obesos.

Desafortunadamente me equivoqué y si no aprendemos a comer para adelgazar, la obesidad se convertirá rápidamente en el problema de salud más serio de ese y otros países.

Esta es otra evidencia en contra de la teoría de obesidad por factores genéticos y a favor de la teoría de obesidad como mecanismo de supervivencia desencadenando por las mismas dietas.

Hasta los defensores más acérrimos de la teoría de obesidad por herencia están de acuerdo en que una alimentación sensata puede frenar este fenómeno.

Afortunadamente para los que tienen exceso de grasa es más importante el ambiente externo que la genética en la aparición y persistencia de la obesidad.

Efectivamente existe una tendencia hereditaria a subir de peso y esta puede contrarrestarse de manera eficiente con una alimentación balanceada y abundante.

OBESIDAD POR FACTORES EMOCIONALES

Ni un solo estudio científico ha logrado demostrar algún patrón de conducta especial que propicie la obesidad. Las mismas cantidades de individuos delgados y obesos presentan cuadros depresivos, son dependientes, pasivos, neuróticos, obsesivos, etcétera.

No obstante, la forma de resolver alteraciones emocionales si puede provocar obesidad. Un conflicto emocional mal manejado favorece estrés crónico y este, a su vez, obesidad.

Es estrés no controlado interfiere con la reducción de peso aún cuando se estén aplicando dietas estrictas. Guarda una relación compleja con la obesidad, por lo que es importante tratar el tema detalladamente.

LA OBESIDAD Y EL ESTRÉS

La obesidad se encuentra íntimamente ligada al estrés; para entender cómo se presenta este fenómeno es necesario describirlo con precisión.

El estrés, científicamente, es la respuesta de adaptación de un organismo ante un estímulo externo. Esto significa que tanto bacterias, virus, peces, como seres humanos viven constantemente eventos estresantes. Por ejemplo: una bacteria presenta “estrés” cuando se enfrenta a un agente químico (antibiótico). Conforme los organismos se vuelven más complejos, el estrés toma diferentes proporciones: la carrera de un tigre tras una gacela significa estrés para ambos.

Los humanos hemos llevado al estrés a un nivel más complicado. Si nos enfrentamos a un evento peligroso como ser arrollados por un automóvil, experimentamos la respuesta orgánica al estrés en ese momento y todas las veces que volvemos a recordar el incidente.

Esta reacción es muy importante ya que explica los múltiples daños que pueden generarse en el organismo. La adaptación biológica se desencadena en el hombre sólo con pensar en el evento estresante. El simple hecho de ver una película emocionante provoca reacciones metabólicas en el cuerpo.

Consecuentemente la definición de estrés varía enormemente en el hombre. Lo que para uno puede ser muy peligroso, para otro puede significar placer: correr a un automóvil a alta velocidad es muy divertido para unos mientras que a otros les altera los nervios.

La respuesta orgánica en el hombre también es diferente según el tiempo en el que se mantenga expuesto a estrés. Así tenemos que se define como agudo y crónico.

El estrés agudo libera una serie de sustancias que eliminan grasa corporal; a través de la adrenalina, se moviliza grasa y al mismo tiempo se incrementa la actividad basal del organismo.

La adrenalina además reduce el apetito. Todo esto provoca pérdida de peso. El estrés agudo es una forma desagradable pero segura de reducir exceso de grasa y músculo.

El estrés crónico no produce adrenalina, pero sí continúa liberando otras substancias químicas que favorecen la acumulación de grasa. Aún así, sólo se presenta obesidad al asociarse otros eventos.

Un mecanismo de adaptación ante el estrés agudo es la liberación de endorfinas en el cerebro. Estas substancias generan placer y son extraordinarias para controlar cualquier tipo de sensación dolorosa. El placer generado por las endorfinas hace que el estrés sea más tolerable. Esta respuesta es automática y nada podemos o debemos hacer para evitarla.

En el estrés crónico debe buscarse distintas formas para liberar endorfinas, aumentar las sensaciones placenteras y soportar las emociones desagradables. Existe una amplia variedad de estímulos liberadores de placer (endorfinas); actividad física, actividad sexual, comida, estímulos abstractos (pensamientos), etcétera.

Dependiendo de la forma de obtener endorfinas puede favorecerse el incremento o disminución de grasa corporal. El placer obtenido a través de la música, trabajo, actividad física y sexual, obviamente no generan obesidad. Pero obtener placer a través de la ingestión exclusiva de grasas sí.

Ha sido demostrado por múltiples estudios que el alimento que más libera endorfinas (el más sabroso) es la grasa. Por lo tanto una persona que se encuentra ante un estrés crónico (que o disminuye el apetito) logra aminorar las sensaciones desagradables comiendo pollo frito, donas, pasteles y cualquier alimento que esté frito, o se le agrega crema, mayonesa, etcétera.

El estrés agudo puede generar a la larga obesidad; recuerde que el estrés agudo disminuye el apetito y que al reducir alimentos se incrementa la habilidad para acumular grasa. Asimismo si se convierte en estrés crónico que es manejado por la ingestión de grasas, se asegura la aparición de obesidad.

EVENTOS ESTRESANTES

Esta situación de por sí bastante complicada, se vuelve aún más al estudiar los eventos estresantes de la vida. Llegar tarde al trabajo puede ser para unos una situación sumamente tensionante, mientras que otros pueden tomarlo con la mayor calma del mundo. Si además el resto del día se continúa con la angustia de haber llegado tarde, se está favoreciendo la aparición de obesidad.

No es el estrés en sí el que genera obesidad, sino nuestra necedad por seguir viviendo ese evento estresante el mayor número de veces posible en nuestra mente. Esta respuesta guarda estrecha relación con nuestra manera de ver la vida (optimista contra pesimista)

Para que ningún evento logre dañar nuestro equilibrio orgánico, es necesario que no altere nuestro equilibrio emocional. Para obtener esto tal vez tengamos que cambiar nuestro estilo de vida.

Una persona que desarrolla relaciones afectivas satisfactorias en el hogar y el trabajo, actividad física diariamente y placer en su quehacer ordinario, no necesitará de las grasas para manejar su estrés.

Si reconoce que la vida le genera estrés, tal vez valga la pena buscar apoyo en un psicólogo, o bien en grupos de autoayuda.

También es útil ejercicio moderado, la yoga, la meditación, el tai chi y la relación sexual, siempre y cuando estas actividades le provoquen un gran placer y no mayor estrés. El Taller de Cambio de Hábitos de Alimentación cuenta con el apoyo de un psicólogo quien lo ayudará a mitigar el estrés de su vida. Puede obtener más información en Internet.

OBESIDAD POR COMER GRASA

Son importantes los estudios que analizan el consumo de grasas y obesidad, que es necesario escribir todo un capítulo dedicado al tema.

Datos registrados demuestran que las grasas ingeridas en exceso son las culpables de la obesidad: existe una relación directa entre la cantidad de grasa incluida en la dieta y el grado de sobrepeso. De igual manera, estudios de sobre alimentación reportan una relación directa entre el incremento de peso y la cantidad de grasa en la dieta (además se sube de peso con mucha facilidad).

El villano de esta historia es el consumo excesivo de grasas.

Contamos con una serie de defensas para evitar obesidad al ingerir azúcares; los excesos ocasionales son “quemados” con facilidad y conforme avanzan los días de una dieta excedida en azúcares se va perdiendo el gusto por ellos, con lo que se reduce el riesgo de ingerir cantidades innecesarias.

Las grasas producen el efecto opuesto; cuando una dieta incluye grandes cantidades de grasas se vuelve más sabrosa y por lo tanto, se come más de lo requerido. Esta avidez no disminuye con el tiempo y los excesos son fácilmente almacenados en el cuerpo.

La predilección por alimentos grasosos se presenta en todos desde el momento que nacemos. La preferencia es igual en delgados y obesos y esta avidez natural guarda un valor de supervivencia donde no existe abundancia. La grasa ingerida de sobra pasa a la cintura y se almacena para ser usada sólo después de muchas semanas de restricción de alimentos.

En la actualidad nuestra comida contiene grandes cantidades de grasa y casi siempre agregamos más al prepararla.

El gusto primitivo por las grasas favorece su ingestión excesiva y consecuentemente acumulación de grasa corporal; 6 de cada 10 adultos tienen sobrepeso. Si además se cuenta con malos hábitos de alimentación (miedo a comer, tomar un solo alimento al día, uso de dietas de reducción, etcétera) se incrementa el acumulo de grasa: 3 de cada 6 personas con sobrepeso están obesas.

¿Y qué sucede cuando una dieta no contiene grasas en lo absoluto? Se generan alteraciones en el organismo que van desde enfermedades de la piel hasta daño en el sistema inmunológico. Tal vez el lector se atreva a sufrir estas consecuencias, pero la que menos le conviene es que al eliminar grasas se favorece a la aparición de obesidad.

Las grasas en la dieta son elementos indispensables. Dependiendo de la región en que se viva, se requiere de más o de menos: en climas cálidos es suficiente un 25 a 30%, en climas más fríos, los requerimientos se incrementan hasta un 35%.

Una dieta reducida en grasa equivale a desnutrición, por lo que se montan mecanismos de supervivencia (eficiencia metabólica). Aún así, mientras no hay grasa en la dieta, no aparece la obesidad.

Pero un cuerpo desnutrido puede engordar con mínimas cantidades (menos de 25%). Lo explicaré de otra manera: quien nunca ha hecho dietas puede incluir hasta un 35% de grasa en su menú si presentar obesidad. Pero al restringir cualquier alimento (incluyendo grasas) durante suficiente tiempo, se engordará con una dieta que contenga menos de 25% de grasa.

Maldito es el hombre cuando ingiere excesos de grasa, pero maldito es más aún cuando las reduce drásticamente.

Cuando se encontró que una dieta baja en grasas incrementaba el riesgo de presentar obesidad, se decidió investigar qué cantidad debería ingerirse para evitar esta respuesta y sobre todo cuál era la más adecuada para el hombre.

Una dieta normal incluye aproximadamente un gramo de grasa por cada kilogramo de peso corporal.

Hasta las dietas de reducción más estrictas deben incluir pequeñas cantidades de grasa. La mayoría de los expertos recomiendan 40 gramos o más para el varón y para la mujer no menos de 20 al día.

Afortunadamente para el individuo con obesidad, existen estudios fabulosos que demuestran cómo se puede perder peso utilizando ciertas grasas. A continuación explicaré como se adelgaza comiendo grasas:

Igual que en los azúcares, en las grasas existen diferentes tipos y por lo tanto el organismo las maneja de distinta manera.

Por fines metabólicos y sobre todo prácticos, las grasas se han dividido en: saturadas, mono insaturadas y poli saturadas.

Las saturadas se encuentran en grandes cantidades en animales de sangre caliente y en el aceite de coco. Las mono insaturadas se encuentran en ciertos vegetales: el aceite de oliva, al igual que las oleaginosas como la nuez y los cacahuates. Las grasas poli insaturadas provienen de semillas donde se extraen los aceites para “guisar” como el cártamo, maíz, girasol, etcétera.

Muchas especies marinas también contienen aceites poli insaturados, pues estos se mantienen fluidos en temperaturas bajas. Si una grasa se encuentra en estado líquido en temperatura ambiental lo más seguro es que contenga grandes cantidades de ácidos grasos mono o poli insaturados.

Aunque existe controversia al respecto, parece ser que las grasas saturadas (obtenidas de animales y algunos vegetales) ingeridas en exceso genera alteraciones severas en el organismo incluyendo la obesidad.

En el libro La Dieta del Paleolítico, se presenta un interesante análisis de los alimentos ingeridos por nuestros antepasados hace más de 10 mil años.

Los autores concluyen que el ser humano sobrevivió con grandes cantidades de proteína animal, pero puntualizan que el contenido de grasa de los animales salvajes escasamente llega a ser de 1% (similar a la encontrada actualmente en pescados y mariscos).

La cantidad total de grasa saturada ingerida hace miles de años era mínima comparada con la poli insaturada que obtenía de los vegetales.

Hoy, los animales que ingerimos contienen una gran cantidad de grasa, siendo la fracción mínima de 20% y la mayoría contiene aún más. En el mejor de los casos, esto equivale a un incremento de un 2000% de grasa saturada incluida en nuestro menú actual.

El ser humano aún no ha tenido tiempo (en términos de evolución) para adaptarse al aumento tan impresionante de esta sustancia en la dieta.

Aparentemente las grasas más útiles provienen del reino vegetal.

No sólo ayudan en la construcción de células (una tercera parte de su membrana está construida con grasa y cerca del 80% del cerebro está hecho de grasa), sino que además nos ayudan a mantenernos esbeltos.

Este descubrimiento ha sido vital para el control del sobrepeso. En el libro Nutrición Siglo XXI se presenta un resumen de estudios recientes sobre las grasas vegetales y de su beneficio para el organismo. Nos interesa en forma especial el ácido gama linoléico, que se cree incrementa la capacidad para eliminar grasa corporal. De acuerdo a la autora, esta es una grasa que quema grasa.

Esta sustancia se encuentra en el aceite de cártamo, girasol, maíz, almendras, cacahuates, pistaches y nueces.

¿Entonces por qué no estamos todos delgados si la mayoría utiliza aceite vegetal para guisar y a casi todos nos encantan los pistaches y las nueces?

El ácido gama linoléico sometido al calor pierde sus propiedades “reductivas” y lo conveniente en un elemento “engordante”. El aceite vegetal calentado, si se toma en cantidades excesivas, provoca obesidad; debemos ingerir oleaginosas crudas y mantener el aceite vegetal en el refrigerador para usarlo como aderezo frío y no para guisar como es la costumbre.

Un aceite sometido constantemente al calor, o peor aún calentado en varias ocasiones (refreír) genera radicales libres y estos a su vez lesiones severas al organismo. Algunos investigadores alegan que este hábito, además de provocar obesidad, aumenta la frecuencia de cáncer en el intestino grueso, glándulas mamarias y próstata, favoreciendo la aparición de aterosclerosis (endurecimiento de las arterias).

Si desea freír un alimento, use aceites vegetales mono insaturados (por ejemplo el de oliva) pues son estables ante elevaciones importantes y sostenidas de temperatura. Las comunidades que rodean el Mar Mediterráneo guisan sus alimentos con aceite de oliva y se cree que esta práctica disminuye infartos del corazón y cáncer en distintas regiones del cuerpo.

La sobre ingestión de grasas saturadas, calentar aceites vegetales y los malos hábitos de alimentación (hacer dietas, comer con miedo, brincarse una comida, o reducir drásticamente la ingestión de cualquier alimento) favorece la acumulación de grasa corporal.

Quien desee adelgazar debe acostumbrarse a comer el aceite vegetal preferentemente crudo y disminuir la grasa saturada que incluye en su mesa.

De nada le servirá limitar azúcares (pan, arroz, frijoles, etcétera) proteínas (pescados, res, pavo, etcétera) o grasas (mantequilla, aguacate, semillas, etcétera), pues con las dietas que reducen alimentos, sólo se logra perder paciencia y salud.

La teoría que inculpa a los azúcares como los responsables de la obesidad es tan errónea y provoca tanto daño a los obesos, que es necesario dedicar todo un capítulo para analizar los estudios científicos recientes en relación a la ingestión de éstos nutrimientos y la aparición de obesidad.

ESTO ES TODO POR HOY ESPEREN BUSCO UN LIBRO II...

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